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2. ¿Investigar para enseñar? El conocimiento y su crítica en la práctica pedagógica
La formación integra «la práctica» y una escala de teorización sobre el hacer, ¿cómo hacer? Para ello, debe generar espacios para pensar, reflexionar y teorizar sobre la acción desde una dimensión pedagógica. «¿Qué sucede con los sistemas a los que pertenecemos cuando emprendemos acciones?» (Ferry, p. 79). ¿Cuál es el lugar de la investigación, que más que el dominio de técnicas y metodologías implica participar de la investigación en el proceso de formación? Ello interroga acerca del lugar del docente y del investigador, «(…) el hecho de estar en la investigación y el hecho de hacer una investigación, de convertirse en investigador, puesto que «mejorar una acción o producir nuevos saberes son dos actividades totalmente distintas» (Ferry, p. 111). Implica para la formación docente construir relato y «delimitar el lugar que debe ocupar la investigación» (Ferry, p 114), bajo el reinado del hacer.
Uno de los principales desafíos de la formación es proporcionar herramientas que permitan pensar la díada teoría y práctica, el hacer y pensar como las dos caras de una misma moneda. La dialéctica teoría y práctica, cual hilo de Ariadna, permitirá desandar los discursos que han sedimentado y limitado los alcances del hacer. La formación debe generar herramientas para que los futuros docentes investiguen sobre su práctica y otorguen otros sentidos a lo escolar, porque «a la neutralidad gracias a la cual los “sistemas de pensamiento” mantienen su dominio sobre nosotros: no hay nada dado ni natural respecto a nuestra pertenencia y debemos preguntarnos cómo nos reconocemos (…)» (Rajchman, 2001, p. 113).
Es necesario habilitar la pregunta, aquella que no tiene una única respuesta, que no forma parte de un libreto y quizá solo deje nuevas preguntas (latentes), porque la enseñanza es un ejercicio de libertad: permite cuestionar cómo se ejerce el poder. Ese cuestionamiento «implica nuestro ethos, nuestras maneras de ser y de convertirnos en quienes somos, porque la libertad es una cuestión ética» (Rajchman, 2001, p. 125). Al decir de Foucault, «es la condición ontológica de la ética; pero la ética es la forma reflexiva que asume la libertad» (Foucault, 1971, p 189).
Por tanto, proponemos un espacio para preguntar sobre la educación que queremos. Porque en tiempos de ataques constantes hay que querer a la educación y las complejidades que la atraviesan. Hoy, como ayer, esa tarea nos convoca, porque produce una necesaria intersección entre el legado de nuestro pasado y el compromiso con el futuro, al interpelar el lenguaje y transformarlo en posibilidad. Esto requiere un posicionamiento ético y político que permita crear otros decires y otorgarle nuevos sentidos a la tradición que nos constituye. En definitiva, se trata de «evocar el fantasma, pero a la vez trabajarlo, deconstruirlo, detallar hasta erosionar progresivamente y hacerle perder su condición originaria» (Agamben, 2001, p.139). En pos de ese desafío, las jornadas académicas son una invitación a pensar(nos).