
Fotografía: Caja 140, carpeta 140-C, Archivo Juan Oddone, Archivo General de la Universidad.
Juan Oddone, junto a profesores y compañeros de estudio, recibiendo el título de Licenciado en Historia (12 de marzo de 1957). A su izquierda Blanca Paris.
La creación del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Humanidades y Ciencias, en 1947, fue uno de los hitos fundamentales en el proceso de profesionalización que contribuyó a superar los paradigmas de la historiografía tradicional uruguaya. Esta última, vista como una práctica amateur y nacionalista, fue desafiada por un nuevo enfoque que procuraba el rigor metodológico y un compromiso crítico con el presente.
El primer director, el argentino Emilio Ravignani, fue una figura clave. Impulsó una política de internacionalización proactiva, que estableció una extensa red de contactos con más de mil instituciones y personas en todo el mundo. Su estrategia incluyó la creación de delegaciones permanentes del instituto en ciudades como Buenos Aires, Sevilla y Londres, que actuaron como cabeceras de puente para la academia uruguaya. Estas delegaciones fueron fundamentales para la búsqueda de fuentes documentales en el extranjero que enriquecieran el acervo del instituto y conectaran la historiografía local con el panorama global.
La muerte de Ravignani, en 1954, determinó que uno de sus principales colaboradores, Edmundo Narancio, asumiera como director interino. La gestión de Narancio fue compleja y conflictiva. En 1961, se produjo un cambio importante, en un proceso que no estuvo libre de conflictos, con la asunción del prestigioso doctor Eugenio Petit Muñoz como nuevo director.
La llegada del historiador argentino José Luis Romero en 1949, tras ser desplazado por el peronismo, complementó el rigor metodológico de Ravignani con una nueva perspectiva teórica. Romero propuso un paradigma que trascendía el relato de los hechos para enfocarse en los procesos pluriseculares y las representaciones sociales, lo cual requería un enfoque interdisciplinario. El Seminario de Historia de la Cultura, fundado en 1952, se convirtió en el principal taller y laboratorio de esta nueva forma de hacer historia, donde se formó una generación clave de historiadores uruguayos. El peso académico alcanzado por el seminario determinó que, posteriormente, se creara la Sección Historia de la Cultura, que estaría adscripta al Instituto de Investigaciones Históricas y sería dirigida de manera honoraria por Romero.
En este período, Juan Oddone y Blanca París se consolidaron como referentes del instituto. Fueron los primeros egresados de la Licenciatura en Historia. Su obra Historia de la Universidad de la República. La universidad vieja, 1849-18851 reflejó su compromiso con el presente al analizar el pasado de la institución en el contexto de las crisis de su tiempo.
Oddone sintetizó los principios de la nueva historia en un artículo de 1964, «Ensayística y espíritu científico»,2 considerado el manifiesto rupturista que abogaba por la cientificidad, la interdisciplinariedad y el trabajo en equipo. El Seminario de Historia de la Cultura, bajo su orientación, produjo obras emblemáticas como Cinco perspectivas históricas del Uruguay moderno,3 que sirvieron como bautismo profesional para jóvenes investigadores y demostraron la solidez de los nuevos enfoques.
Para fines de la década del sesenta, el instituto se había consolidado en el contexto del campo historiográfico uruguayo. En setiembre de 1970, como resultado tanto de cambios en el organigrama institucional de la facultad como de las nuevas orientaciones epistemológicas de la disciplina, la unidad académica pasó a denominarse Instituto de Ciencias Históricas. La transformación implicó, además, la creación de cuatro departamentos en el marco de los cuales se nucleaban los docentes de asignaturas afines: Historia del Uruguay, Historia Americana, Historia Universal e Historiología. Los directores designados fueron Eugenio Petit Muñoz (quien ocupaba también la dirección del instituto), Oddone, Armando Pirotto y Jesús Bentancourt Díaz, respectivamente.
El proceso de consolidación del instituto se vio abruptamente interrumpido por la intervención militar de la universidad. La naturaleza crítica y comprometida de la disciplina la convirtió en blanco del régimen. Los principales representantes, como Oddone, París y Lucía Sala, fueron expulsados de sus cargos y muchos se vieron obligados a exiliarse. La dictadura impuso un estricto control, que priorizaba una historia fáctica y oficialista.
A pesar de la opresión, la tradición investigativa se mantuvo viva en centros privados, como el CLAEH (Centro Latinoamericano de Economía Humana). Este espacio funcionó como una Facultad de Humanidades en la resistencia, donde gracias a la gestión de Carlos Zubillaga se siguieron impartiendo seminarios y se formaron nuevas generaciones de historiadores.
Con el retorno de la democracia en 1985, los académicos desplazados por la intervención fueron restituidos y se efectuaron llamados para la provisión interina de los cargos docentes. Como recurso para amortiguar el descenso académico que implicó el plan instrumentado por la dictadura, se restableció en la Licenciatura en Historia el plan 1960 mientras se estudiaba la creación de uno nuevo, acorde a la nueva realidad de los estudios históricos internacionales.
Oddone fue uno de los protagonistas de este proceso. Desde la dirección del Departamento de Historia Americana, se dedicó a reactivar las redes internacionales que había forjado antes de 1973. Mediante el envío de notas a diversos centros académicos, logró restablecer la comunicación y el intercambio de publicaciones, al recibir una respuesta rápida y efectiva. Esta política de reinserción internacional se vio reforzada por las visitas de prestigiosos historiadores, como Tulio Halperín.
El período que se inició entonces no estuvo exento de conflictos. Figuras clave que fueron incorporadas, como José Pedro Barrán, a pesar de su prestigio, fueron vistas inicialmente ―al decir de Gerardo Caetano― como extrañas4 por algunos sectores más tradicionales de la facultad. Esta tensión se agudizó con debates sobre el rumbo de la disciplina, como la polémica acerca de si la carrera de Historia debía quedarse en Humanidades o integrarse en la nueva Facultad de Ciencias Sociales. Las dificultades también se manifestaron en situaciones complejas que propiciaron el distanciamiento de docentes como Caetano y José Pedro Rilla. Se trató de circunstancias que reflejaban profundas divergencias de carácter académico y profesional.
En el plano epistemológico, esta etapa no representó un quiebre, sino una profundización del paradigma crítico y disruptivo de la nueva historia. La década del noventa fue ―como lo plantea Marisa Silva Schultze5― un momento crucial para los historiadores uruguayos. En medio de la reorganización de la universidad, se impulsó una mayor profesionalización del oficio. A pesar de los desafíos, como la escasez de posgrados, el cuerpo de historiadores de la facultad fortaleció sus vínculos con colegas de otras naciones, lo que enriqueció sus investigaciones.
Por otro lado, la labor de figuras destacadas como Barrán fue esencial para esta renovación. Su influyente libro Historia de la sensibilidad en el Uruguay6 se convirtió en un punto de referencia, al proponer nuevos temas de estudio como lo privado y lo cultural, y al desplazar el foco del poder político-estatal hacia una variedad de actores sociales. Este enfoque no solo modernizó la metodología, sino que también creó un nuevo marco de trabajo para la investigación histórica.
Una de las innovaciones más importantes de la década del noventa fue la implementación de la formación de posgrado. Se organizaron maestrías en Ciencias Humanas, coordinadas por la Comisión Directiva del Instituto de Ciencias Históricas. Las opciones ofrecidas, como Estudios Latinoamericanos y Estudios Migratorios, han variado desde entonces. Actualmente, la maestría se enfoca en la opción Historia Rioplatense.
Esta oferta académica se expandió notablemente con el lanzamiento del doctorado en 2013, que presentó un diseño curricular novedoso y dinámico, centrado en la investigación. Su estructura incluye un Seminario de Tesis durante el primer año y un Seminario Permanente de Investigación en los años siguientes.
Estos programas constituyeron una experiencia fundamental en la formación de las nuevas generaciones de historiadores. Contribuyeron a reducir una brecha en la formación local en comparación con el panorama internacional y alinearon la disciplina con los desafíos y requerimientos globales. Además, permitieron el valioso aporte de reconocidos especialistas de otros países, quienes brindaron a los estudiantes uruguayos la oportunidad de conocer directamente las nuevas tendencias epistemológicas, temáticas y heurísticas de la disciplina en el ámbito internacional. Este desarrollo marcó un nuevo capítulo en el proceso de internacionalización de la historiografía uruguaya, que ya no dependía, como en sus inicios, exclusivamente de los vínculos personales y la buena voluntad de algunos investigadores.
La perspectiva del Instituto de Historia en el contexto de la historiografía nacional es sumamente prometedora. Se observan los frutos de la implementación del plan de estudios 2014, que lleva más de una década en vigor y sustituyó al de 1992. Este nuevo plan se caracteriza por su enfoque moderno y su visión de una formación integral para el historiador. Promueve no solo el conocimiento teórico y las habilidades de investigación, sino también una nueva concepción del rol del historiador en la sociedad.
La posibilidad de cursar asignaturas en otras facultades y de participar en distintas experiencias formativas con otros servicios universitarios fomenta una formación holística. Se integran la investigación, la docencia y la extensión, y se fortalece el compromiso del historiador con la comunidad.
Por otra parte, la consolidación de los programas de posgrado a nivel de maestría y doctorado contribuye a una especialización que está a la altura de las exigencias internacionales y las nuevas líneas de investigación. La formalización de programas de investigación y el acceso a más oportunidades de financiación nacional e internacional, sin duda, posicionan al instituto en una senda muy positiva.
La reconfiguración del organigrama académico, con la creación de unidades académicas en 2022, busca dinamizar la formación para responder a los requerimientos del nuevo tiempo. Los antiguos departamentos se han transformado en subunidades ―como las de Historia Mundial, Historia del Uruguay, Historia Americana y Teoría e Historiografía―, lo cual, si bien mantiene la organización por áreas de conocimiento, estimula la realización de programas compartidos y el agrupamiento de docentes en una o más unidades.
Esta nueva estructura favorece el cumplimiento de las funciones universitarias en su integralidad y se espera que contribuya a que el conocimiento histórico y sus profesionales estén al servicio de la sociedad, que es, en última instancia, la que con su apoyo y esfuerzo hace posible esta formación.
Las líneas de investigación que actualmente desarrollan los integrantes de las distintas subunidades ofrecen una valiosa perspectiva sobre la orientación de la historiografía en Uruguay. Al abordar la historia conceptual y la difusión de ideas políticas a través de la prensa y discursos transimperiales, se abre un camino para entender la formación de las identidades nacionales de manera más profunda y superar los enfoques tradicionales. La investigación sobre izquierdas, culturas trabajadoras y su relación con el cine complejiza la narrativa histórica al incluir a actores sociales que tradicionalmente han sido poco representados. De manera similar, los estudios sobre la dictadura y la memoria reciente desde una perspectiva local y regional son cruciales para el desarrollo de una historia más inclusiva. Por último, al enfocarse en temas como migraciones, pobreza, religiones y género, y al debatir sobre la preservación digital de archivos y la metodología en la era digital, el instituto se posiciona en la vanguardia de la disciplina y demuestra un compromiso con la renovación teórica y la relevancia social del oficio del historiador en el siglo XXI.
1 Oddone, J. A. y París, B. (1963). Historia de la Universidad de Montevideo. La universidad vieja, 1849-1885. Universidad de la República.
2 Oddone, J. A. (1964). Ensayística y espíritu científico. Número, 2.da época, (3), 152-158.
3 Mourat, O., Mariani, A. A., Jacob, R. Pellegrino, A., Di Segni, R. y Rodríguez Villamil (1969), Cinco perspectivas históricas del Uruguay Moderno. Fundación de Cultura Universitaria.
4 Correa Morales, J. y Rey, M, (2024). «Siempre he sido un historiador antes que nada». Entrevista a Gerardo Caetano. Contemporánea, 18(1), 182-208, cita en página 187.
5 Silva Schultze, M., (2016). Panorama historiográfico de los noventa. Cuadernos del Claeh, 35(104), 165-185.
6 Barrán, J. P. (1989), Historia de la sensibilidad en el Uruguay. T. I. La Cultura Bárbara (1800-1860) y.T. II. El Disciplinamiento (1860-1920). Ediciones Banda Oriental.