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    Área de Estudios Turísticos



    En pocos casos en el mundo las carreras de turismo se encuentran en las facultades de Humanidades, pues suelen estar vinculadas a las áreas de ciencias económicas o empresariales. En nuestro caso, tiene una clara explicación: cuando se iniciaba, lentamente, el proceso de descentralización universitaria —sin criterios tan definidos como los de la actualidad—, la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) apostó a salir del ámbito montevideano para contribuir con el desarrollo de los estudios en el interior del país. La idea era comenzar con un debe que la Universidad de la República tenía en ese momento: abordar el turismo desde la academia, cuestión que había comenzado a plantearse en la región en la década de los setenta, pero que hasta el momento no se había podido concretar, a pesar de ser un reclamo que venía haciéndose durante décadas. Solo basta ver la prensa de tiraje nacional para observar los reclamos tanto del sector político como del empresarial, que, también, habían sido planteados en los informes de diferentes consultorías contratadas por los sucesivos gobiernos nacionales y que fueron plasmados en distintos planes de desarrollo económico que tuvo el país.
    Fue así que allá por 1997, la FHCE comenzó la primera experiencia con cursos itinerantes y descentralizados en distintas sedes del interior (Fray Bentos, Colonia, Maldonado). La cuestión más compleja en este proceso era que no se disponía de docentes formados en la disciplina, por lo cual los primeros provenían de otras áreas, como geografía, historia, antropología, sociología, ciencias económicas, entre otras. Esto implicó que todos debieran reperfilarse y agregar contenidos de turismo a su matriz disciplinaria original. Asimismo, al estar instaladas las sedes en ciudades del interior, acudían estudiantes de distintas regiones del país, incluyendo Montevideo.
    Otra característica fue que en las primeras experiencias se contó con el apoyo logístico y financiero de las intendencias departamentales donde se dictaban las carreras.
    La oferta era de técnico universitario en Turismo y, después de evaluar las experiencias de dos cohortes en cada sede, el Consejo de FHCE decidió que debían asentarse en un lugar a efectos de poder instalar cuerpos docentes y comenzar a generar masa crítica en las sedes regionales. De manera paralela, surgió un reclamo de la vieja Regional Norte (Salto), en conjunto con la Universidad Nacional de Entre Ríos (Argentina), para diseñar el primer plan de estudios a nivel de grado que tuvo el país y que se ha impartido en modalidad binacional desde 2005 hasta 2012; como vemos, veinte años ya transitados.

    Unos años más tarde, en 2010, se decidió abrir un plan nacional en el CURE (Centro Universitario Regional del Este, sede Maldonado), donde ya se habían dictado los cursos de técnicos para dos grupos de estudiantes. En la actualidad, el plan de estudios 2014 se dicta únicamente en las sedes mencionadas (Salto y Maldonado) y tiene una característica diferente a otras ofertas educativas descentralizadoras. El grupo de docentes (grados 3 y 4) son cargos de planta de la FHCE; en una primera instancia, se logró instalar equipos docentes de cargos inferiores en cada una de las sedes que eran docentes de planta de los centros regionales. Recién en los dos últimos años y mediante recursos financieros concursables se han podido crear cargos grado 3 —en escaso número— en ambas sedes. Si bien esto demuestra un avance con respecto a veinte años atrás, cuando todo comenzó, dista mucho de las necesidades reales en cuanto a recursos humanos y a la precarización de los cargos de muchos docentes que siguen siendo contratados.
    En resumen, podríamos decir que empezamos casi sin presupuesto y ahora tenemos un presupuesto mínimo que debe priorizar la función de enseñanza sobre las demás, cuestión relevante si se entiende que debemos lograr un mayor nivel de excelencia.
    El hecho de que las licenciaturas estén en la FHCE ha marcado una impronta especial en los planes de estudios, pues generalmente el turismo es abordado desde lo económico, dado el peso significativo que tiene en las balanzas comerciales de los distintos países, incluso en el nuestro. Se debe recordar que durante el siglo XX la relación del turismo con el PBI osciló en valores entre el 2 y el 3 %; sobrepasó esto previo a la pandemia, cuando llegó al 7,5 %, y en 2024, luego del proceso de recuperación pospandemia, llegó al 5,5 %. Por lo tanto, en las ofertas de estudios en el ámbito global se priorizan más los elementos que contribuyen al crecimiento que implica para un país o destino que las características específicas de cada caso.
    Desde la Unidad Académica Área de Estudios Turísticos, nuestra mirada es más amplia; entendemos el turismo como un campo interdisciplinario, y se lo aborda como una práctica social, en este caso turística, no solo por el peso que tienen las teorías de la movilidad en los tiempos actuales, sino también porque el turismo —en cualquiera de sus tipologías— es básicamente cultura. La delgada línea que separa ambos conceptos es muy débil y en algunos casos inexistente, como en el caso del turismo cultural, tipología que recobró fuerza en el período pospandémico, pero que también se puede observar
    en todos los turismos alternativos, propios del siglo XXI.
    Por lo dicho, el aporte de las disciplinas más tradicionales de la FHCE tiene un gran peso, de ahí la importancia de las dimensiones de análisis en temas históricos, antropológicos, sobre el patrimonio tangible e intangible y sus vinculaciones con los bienes culturales, las conceptualizaciones, así como las representaciones e imaginarios en torno a una actividad que económicamente tiene un valor importante al formar parte de la historia del país por más de un siglo. Pero lo que nos mueve es ver cómo esto es parte de nuestra identidad y de nuestro imaginario como sociedad uruguaya.
    La cuestión es no solo ver el turismo como un elemento de crecimiento, sino problematizar un fenómeno tan complejo como multidimensional, por eso el hecho de indagar sobre conceptualizaciones propias del campo interdisciplinario, así como metodológicas, que permitan tener una visión más latinoamericana del turismo y no extrapolar modelos que nada tienen que ver con nuestro contexto y la realidad de la actividad turística como tal. De ahí la relevancia de bregar por una línea de estudios que nos diferencie de la predominancia de modelos y teorías que parten del mundo anglosajón y que, si bien son un antecedente importante, no necesariamente tienen hoy las mismas características. Esto es un hecho clave para el desarrollo de una línea más adecuada a las realidades latinoamericanas, por lo cual también importa —sobre todo en destinos consolidados de sol y playa— analizar las pautas de consumo y la emulación de prácticas sociales que las comunidades anfitrionas adoptan, a veces, en el vínculo con los visitantes.
    Otra cuestión que nos convoca en distintas investigaciones es cómo lograr una mejor diversificación de la oferta turística del país mediante propuestas que, si bien no se destinan a un turismo de masas, como es el de sol y playa, tienen particularidades que deben ser rescatadas y puestas en valor. Es por esta razón que trabajamos con distintas comunidades que se encuentran en las zonas de influencia de los centros regionales donde se hallan las licenciaturas y donde se aplican los acuerdos logrados con instituciones en el área de planificación y gobernanza, como es el caso de los convenios suscritos con la Intendencia de Montevideo o el Ministerio de Turismo, solo por ejemplificar los más emblemáticos. También se realiza un trabajo más a demanda, como es el caso de las solicitudes de la Casa de la Universidad de Río Negro o la de Artigas. Esto se complementa con la labor llevada a cabo en diferentes
    proyectos de Vinculación Universidad, Sociedad y Producción (Comisión Sectorial de Investigación Científica) y con pedidos concretos de algunas comunidades, que entienden el valor del turismo como una herramienta de desarrollo local. Este tipo de acciones también tiene su correlato en actividades de extensión, desde la participación en EFI (Espacio de Formación Integral) específicos o en otros de mayor amplitud hasta la coordinación de actividades concretas con las Unidades de Extensión de los Centros Regionales.
    Si bien se ha sostenido que la carga de la función de enseñanza es muy fuerte, en estos veinte años se ha impulsado una investigación de carácter institucional, más allá de las desarrolladas individualmente por cada docente. Esto nos ha posicionado muy bien en el concierto regional y también en el ámbito iberoamericano, donde nuestros docentes se asocian en proyectos de investigación con colegas de otros países, participan en congresos y pasantías en el exterior, así como reciben colegas de otros países que vienen a hacer investigaciones en el nuestro y publicaciones en distintos formatos.
    En estas décadas de desarrollo académico —tan solo veinte años—, se puede decir que se han definido macrolíneas de investigación que consolidan el trabajo de todos los docentes que forman parte del cuerpo docente de la FHCE como de los que están radicados en ambas sedes. Ellas son 1) bases epistemológicas del turismo, 2) historia, imagen y representaciones en turismo, 3) política turística y 4) innovaciones en políticas, estrategia y gestión de destinos.
    El desafío actual es consolidar lo ya hecho, incrementar los recursos humanos y establecer más líneas de trabajo en contacto con las comunidades, para lograr una mejora en la calidad de vida de los residentes y una mejor oferta para los visitantes. A la vez, contribuir con un corpus teórico que refleje las posiciones de América Latina.






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